Por circunstancias familiares y en fechas muy recientes. He tenido que acompañar a visita médica a dos personas.
La primera en oncología y la segunda en una clínica de oftalmología. Cada una de las dos comparten en su caso unas patologías de las menos buenas, por no clasificarlas de malas.
La cara de esta moneda es el profesional que se sentaba delante de nosotros en la consulta de oftalmología. Una persona como debe ser, entrar y ser recibido con una sonrisa, te predispone a lo que te va a decir es bueno, crea una empatía con el enfermo que es harto beneficiosa. Su seguridad a la hora de comunicarte tu diagnostico, la manera de enfrentarse a las adversidades que aparecen en una operación y que no son para nada predecesoras de buenos augurios. La diferencia es que convierte su diagnostico en una alegría, y sabiamente sin querer porque no lo quiere, en caso de error está el paciente tan en sintonía con él que no sería capaz nunca de cuestionar su praxis.
La cruz, recibimiento frío, sin mirar nunca al paciente, Su máximo interés puesto en el ordenador, parece que de un momento a otro empezará a auscultar a la máquina. Ante las dudas de la paciente, responde con monosílabos. Ante la queja de unas molestias, respuesta. -De gracias que solo sea eso. La soberbia la domina. Cree que nos está haciendo un favor. Duda de las pruebas mandadas, no ha leído ni siquiera por encima el historial de la persona que a va a tener delante. Su empatía nula. Manda un examen clínico, da fecha y sin una sola palabra de consuelo, deja a la enferma en manos de la duda, la desazón, el descontento y unas ganas inmensas de pedir el cambio. ¿ TANTO CUESTA?.
No deberían permitir que nadie sin vocación, trabajase en oncología. Estas personas son nocivas, Un poquito de Inteligencia emocional no les vendría mal. Y que no tengamos que cambiar por este motivo de médico que sea el si no sabe ejercer como en cualquier puesto de trabajo, el que no vale ya se sabe como termina.